Por David Fajula. Cuando Ansel Adams tenía montada la cámara de gran formato sobre su trípode, con una composición cuidadosamente elaborada y una luz de tarde que rápidamente menguaba, fue incapaz de encontrar el fotómetro.
Era el día de Todos los Santos de 1941 y volvía hacia Santa Fe cuando pasó por delante de Hernández, en el Estado de Nuevo México.
Un pequeño pueblo en medio del desierto, las cruces del cementerio, unas montañas nevadas al fondo y, sobre todo, una luna creciente alzándose sobre el horizonte. Faltaban dos días para que fuera llena.

¿Cómo pudo entonces exponer con tanta precisión la que sería en un futuro una de las obras más icónicas de su extenso archivo?
Adams conocía la luminosidad de la luna y la colocó en la zona 7 de su sistema de zonas (gris claro, equivalente a una piel clara o zonas nevadas en la sombra).
Expuso y giró el cargador de la película para una segunda fotografía. Pero la luz ya había desaparecido. «La calidad mágica de la escena, se había esfumado para siempre» reconocería años más tarde.
30 años después
Realizó varias copias con ese único negativo. Algunas se publicaron pocos meses después, otras, décadas más tarde. En su proceso de aprendizaje continuo, Adams tardó casi treinta años en realizar la copia definitiva con un gran contraste entre el cielo, la luna y las cruces del primer plano.
Tres décadas después fue capaz de terminar la obra que había previsualizado aquella tarde de otoño. ¿Cómo puede alguien recordar la luz de aquel día y perseguirla durante tanto tiempo? La única respuesta posible es una inmensa pasión por su trabajo.
En el preciso instante que accionó el obturador, Adams ya sabía que aquella imagen era especial. También lo sabía Jim Brandenburg cuando hizo la fotografía de un lobo ártico saltando entre témpanos de hielo en la isla canadiense de Ellesmere.
El fotógrafo de Minnesota siempre ha recordado lo que se dijo a sí mismo cuando los espejos de su cámara de 35 mm enmudecieron: «si esta fotografía sale bien, será la más importante de mi carrera».
Con luna y sin fotómetro
La fotografía de Hernandez, con luna y sin fotómetro, es una preciosa metáfora de nuestro oficio. Sabes tan bien lo que haces, que incluso en momentos efímeros de luz o sin una parte importante de tu equipo a mano, sales adelante.
La práctica reiterada y la autoexposición a nuevos retos es la mejor y probablemente la única manera de avanzar. Si Adams hubiera fallado aquella fotografía, habría aprendido de su error. En la vida hay victorias, y hay lecciones.
Aquel 1 de noviembre Adams volvía de un día de fotografía sin ninguna intención de inmortalizar Hernandez. Vio la escena desde el coche, y se tiró de cabeza.
Años más tarde contaba que si no hubiera estado preparado para saber exponer sin fotómetro, probablemente hubiera fallado. Y citaba a Pasteur: «la suerte favorece a las mentes preparadas».
David Fajula es fotógrafo profesional especializado en naturaleza y viajes, y fotografía editorial. Puedes echar un vistazo a su web o a su Instagram.
Muy interesante artículo que invita a reflexionar (y pensar en cómo se habrán tomado otras imágenes icónicas). Ojalá todos los grandes fotógrafos hubieran escrito un «Mountain light» para metemos en su piel y en su mente.
«Cuando Ansel Adams tenía montada la cámara de gran formato sobre su trípode,»
es un negativo 8 x 10 pulgadas, ni giró el cargador de la película, ni enmudecieron los espejos
Ese comentario hace referencia a Jim Brandenburg en la foto icónica del lobo ártico… No de Ansel Adams.
Dice «El fotógrafo de Minnesota» … Jim Brandenburg… Ansel Adams era de San Francisco, California…
Saludos
Exácto. Y lo de girar el cargador es por que hay chásis para película plana que se cargan con una hoja por cada lado y, lógicamente, hay que darles la vuelta para poder exponer la otra placa.
…espejos de su cámara de 35 mm…
Qué pasada 😍😍😍
Soltar el exposimetro obliga a aprender, recordar de memoria la regla soleado 16 me salvó más de una vez y la aprendí por la una foto que perdí vergonzosamente…
Pensé que los admiradores de los 70 o más mpixeles los iso-lees y las sin espejo nos dejarian sus enseñanzas. Pero no se atrevieron. jojojo