Prohibido entrar en calles privadas para hacer fotos y molestar a las geishas. Algo así dicen los carteles y folletos que las autoridades de Kyoto están repartiendo entre los visitantes al popular barrio de Gion, posiblemente uno de los lugares más fotografiados del país.

Por supuesto, la medida ha sido traducida en versión brocha gorda por muchos medios que no dudan en asegurar que se ha prohibido hacer fotos en todo el barrio de Gion -algunos suben la apuesta y hablan de Kyoto en general- bajo amenaza de multa de 100 euros para los visitantes que se salten la normativa.

En líneas generales la medida ha sido acogida con entusiasmo. No sólo por los vecinos del lugar que están hasta el mismísimo kimono de las cámaras y los móviles, sino por mucha gente que desde aquí está convencida de que turistas siempre son los otros. Nosotros somos viajeros.

El clásico trastorno bipolar que todos hemos sufrido alguna vez. Yo mismo -que en primavera de este mismo año estuve por allí sacando fotos como un loco- no he podido evitar una pequeña sonrisa de aprobación por esta medida. Viví muchos años cerca de la Sagrada Familia de Barcelona y eso marca mucho.

100 euros de multa -pensé- y que sea 200 para los de la dichosa fotito con bien de HDR de la pagada de Yasaka. Luego recordé que yo también la había hecho, aunque al menos no desde el lugar exacto en el que una docena de fotógrafos esperaban con el trípode montado para hacer la misma foto a la hora azul.

Y es que, efectivamente, algunas zonas de Kyoto se ha convertido en un auténtico circo. Que sí, que los templos, la espiritualidad y el recogimiento. Pero en temporada y si no madrugas o trasnochas aquello parece Las Ramblas. Con muchas parejas vestidas con kimono y saliendo del Starbucks muy bien integrado en la arquitectura tradicional, eso sí.

Kyoto-02
¿Esto serían 100 euros de multa? (Foto: Iker Morán)

Pero volviendo a le medida, tras el entusiasmo inicial y las ganas de que se aplique globalmente y sin miramientos, comienzan las dudas. De entrada porque lo que propone es algo que el propio sentido común ya debería marcar sin necesidad de multa: no puedes entrar a una calle privada a hacer fotos y mucho menos ser un cansino persiguiendo geishas.

Dejando a un lado la dudosa capacidad para distinguir geishas de quienes se visten con el traje tradicional para visitar los templos, el peligro de esta medida va por otro lado. Y es que la experiencia nos dice que serán los fotógrafos los que acaben pillando, no los turistas.

Me explico. Uno puede sacar un palo de selfies de uranio enriquecido y 8 metros en el mercado de la Boquería de Barcelona -otro espacio que pide a gritos intervención de los antidisturbios en versión fotográfica- y no hay problema. Eso sí, como tu cámara sea un poco grande -profesional, en el lenguaje de muchos guardias de seguridad- y te atrevas a sacar un simple monópode, ya tenemos lío.

Tres cuartos de lo mismo pasa en las Bardenas Reales donde un trípode implica pasar por caja, la Estación de Francia de Barcelona donde insisten en pedir permiso si ven que estás haciendo algo serio y no una foto con el móvil o incluso frente a la Sagrada Familia, por citar situaciones vividas.

Así que mas allá de alguna bronca a los fotógrafos más maleducados, tal vez un par de multas para meter miedo y unos cuantos titulares cuesta creer que la medida sirva para algo.

Porque el problema no son las fotos. Ni las cámaras, ni los móviles. Eso es sólo la consecuencia de ese modelo de turismo que nos ha convertido a todos en intrépidos viajeros que sólo quieren llegar, hacer la postal para Instagram y a lo siguiente.

14 COMENTARIOS

  1. Yo tampoco tengo alma de turista, ni tengo esa necesidad de mal vivir aún más justo y peor todo un año por ir unos días o algún mes a lugares masificadísimos o peor aún, sentirse no sé qué en tal hotel o crucero y sus «servicios» con esclavos a su servicio. Valoro más poder pasear libre, poder hacer alguna foto con cabeza, sin tocar los huevos y sabiendo estar.

    Pero como vemos, al final como esto cuaje, será un poco más a lo contrario. Si no te gustan las masificaciones, y donde haya mucho negocio rentable en torno a ellas, ¡FUERA! Ni se te ocurra ir allí, ni fotografiar. Fuera… hasta de tus calles. Sí, tus calles, a las que se mantiene en mayor o menor medida con tus impuestos.

    Ahora, que por otra parte me alegraré que tenga esto el recorrido que tenga, se pongan serios de verdad. Y los que tanto criticaron desde lo profesional (o que aspiran a serlo), quejándose de tanto aficionado, que si la saturación de la foto y «selfie» móvil como la comida rápida, que solo piensan en sí mismos y su rentabilidad, pues que los crujan pero bien a gusto… que en los países serios si se piensa también solo en lo más rentable, es lo que tiene, que el querer vivir bien tirando de aquí y de allí y que la masa sea el rebaño tonto que te mantenga, debería de costar 100 euros por foto, y más.

    Es lo que pasa cuando mucha gente espabilada, que recuerdo que se quejaba mucho de forma que olía hace años, de hablar defendiendo la fotografía como profesión honesta y ARTE, pues realmente sólo piensan en explotarla al máximo exprimiendo como un limón… y que todo lo que les rodee en cada momento, «que arree, pero que a mí ni me miren, ni me toquen». Y cada vez más gente espabilada yendo así… a su exclusivo ego, egoísmo y máxima rentabilidad.
    Hasta que hacen pensar primero a empresarios que van igual, luego a políticos de ayuntamientos o de países «oye, que somos tontos si no hacemos por rascar un poco de esto… que las calles y todo hay que mantenerlo si el gasto crece más y ni empresas ni ciudadanos pueden ni quieren pagar más por la masificación de puros negocios, que no visitantes sin más dentro de lo razonable, que si ven que les van casi metiendo la cámara en todos lados sin preguntarles siquiera y luego para ganarse ellos en exclusiva un pastizal», y al final… pues a los meros ciudadanos lleven mejor o peor vida de andar por casa que ya dicen «oye, que ya está bien que yo no pueda ni vivir aquí, ni salir un día el que pueda a disfrutar un puñado de horas y ni siquiera poder sacar una puta foto… cuando soy el que vive aquí y paga». Y hasta este último, piense «pues mira, que endurezcan las cosas, normativas y multas, aunque yo me tenga que cortar un poco, porque esto ya pasa de castaño oscuro…» Como bien dice un duro y soez refrán popular diciendo algo sobre una pobre meretriz que bien puede quedar en eso, o también pero terminando aún peor si sólo disfrutan unos pocos… ya saben.

    Si es que no aprendemos de otra manera. O no queremos aprender… que es peor. Qué pena.

  2. ..He estado en Gion con la ilusión de hacer foto a una Geisha y..Se me han quitado las ganas después de ver a los turistas-dominguero-acosadores que pululan a decenas por ahi.

    De verdad, seria comico si no fuera que es verdaderamente triste.

    Se escoden o mal disimulan con risitas nerviosas esperando a que salga una Geisha que, por norma general acaba siendo una Maiko(Aprendiz de geisha). La citada maiko sale a 120-130Km/hora a sabiendas que la esperan para «ametrallar a flachazos», sin cortarse un pelo. (Es penoso ver a gente con zero conocimientos fotograficos disparando flashes a 15m. o más o, los «furtivos» corriendo tras ellas cuando asoman la cabeza por una casa de Geishas..)

    Y creedme, son decenas y decenas de turistas que se turnan y turnan para «hacer la foto de su visita a Kioto».(Aun que en Tokio y otras ciudades haya más y esten menos localizadas..Es penoso)

    Realmente es agobiante porque..Son todos unos palurdos fotograficamente hablando. (Ninguno de ellos debe sacar nada decente)

    No hay respeto por las tradiciones ni por nada, el turismo lo devora todo sin pensar ni digerir. Es un devorar por devorar.

    Me parece una medida muy justa y necesaria que por desgracia, se va a extender en todo el globo. (Desgracia por los que amamos la fotografia y el buen hacer)

  3. Una medida que no va a servir de mucho porque todos llevamos una cámara encima. Pero a diferencia de una cámara con aspecto de cámara, el móvil es un aparato absolutamente sagrado: puede que alguien se atreva a pedirte la cámara para ver qué has fotografiado, pero jamás se atreverá nadie a pedirte el móvil.

  4. Es entrar en algun sitio con mi D3S y se me echan los guardias de seguridad encima, centros comerciales, catedrales, etc, vivo en Lisboa y hay sitios monumentales que no permiten «fotografiar», ¿y el dominguero de turno con su Iphone sì? La mejor excusa, fue un guardia de seguridad en el patio del edificio de EDP, haciendo fotografia de arquitectura que me argumentò que no podìa usar la camara por el zoom de esta. Llevaba montado un 28mm. En fin, ultimamente es llevar la càmara encima y que te tachen de turista o de mirón.

  5. Es entrar en algun sitio con mi D3S y se me echan los guardias de seguridad encima, centros comerciales, catedrales, etc, vivo en Lisboa y hay sitios monumentales que no permiten «fotografiar», ¿y el dominguero de turno con su Iphone sì? La mejor excusa, fue un guardia de seguridad en el patio del edificio de EDP, haciendo fotografia de arquitectura que me argumentò que no podìa usar la camara por el zoom de esta. Llevaba montado un 28mm. En fin, ultimamente es llevar la càmara encima y que te tachen de turista o de mirón.

  6. Realmente es así, tengo la suerte de haber estado este verano y llegué a agobiarme seriamente hasta el punto de salir de noche para poder hacer alguna fotografia con calma, paz y tranquilidad.
    Lo mismo, por desgracia en Islandia este octubre, que parecia un p*** parque temático.
    Es el mal de nuestros tiempos y el problema no creo que tenga vistas de solución por mucha multa que impongan. La gente solo quiere sacarse el selfie y colgarlo lo más pronto posible en sus redes sociales, sin miramientos, y sin respetar absolutamente nada. Que lejos queda la vida con carrete 😉

  7. Las ciudades al principio acogían al turismo y soportaban su lado oscuro. Recibir mucha gente que gaste mucho dinero en tu ciudad, que avive el comercio, que aporte a su desarrollo gastando en hotelería, taxis, comidas, recuerdos, compra de todo tipo de artículos en toda clase de negocios es, para cualquier ciudad un entusiasmo. Ocurre que cuando viene la parte que las ciudades no quieren, esto es dejan de ir exclusivamente a hoteles para gastar menos en departamentos de los mismos habitantes de esa ciudad, la ciudad en un comportamiento un poco esquizofrénico de sus gentes, repudia el asunto y trata de ponerle límites. Cuando caminar ya no es tan cómodo porque hay orientales hasta abajo del plato de la sopa, se ponen sensibles. Ciudadanos que reciben, directa o indirectamente todos los beneficios del turismo se ponen en contra. Ya se sabe, si te gusta el durazno viene con pelusa. Ser sacerdote en un púlpito cuando todos somos feligreses resulta sorprendente. Los mismos que chillan son los que salen al mundo con sus asuntos. Donde vayas hay japoneses para hacer dulce. Ver a los mismos japoneses (acá pone la nacionalidad que prefieras, españoles, franceses, italianos, chinos o lo que venga) quejarse de los turistas da un poco de gracia que se empaña por la pena de tal comportamiento hacia los demás.

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