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© Oliver Vegas

La última vez que hablamos con él tenía 353.000 seguidores en Instagram. Han pasado un par de semanas, y ya supera los 357.000, lo que significa que en este tiempo ha conseguido más followers que los menos de 900 que luce mi famélica cuenta. Y eso que últimamente me he dedicado a –como recomiendan los que saben- usar muchos hashtags y publicar paisajes, que es lo que más vende. Pero ni así.

Que Oliver Vegas es mucho mejor fotógrafo es evidente. Solo hay que darse una vuelta por su cuenta en Instagram para comprobarlo más allá de lo que digan los miles de likes que acumula cualquiera de sus fotos. Por suerte no estamos ante uno de esos casos en los que simplemente se sigue al famoso de turno o los outfits de una bloguera, sino que esta es la cuenta de Instagram de un fotógrafo que ya lo era antes de asomarse a Instagram.

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Un fotógrafo que hace unos años trabajó para la industria de zapatería de Levante pero que tuvo que dejarlo y dedicarse a los seguros para que las cuentas salieran a fin de mes. Un fotógrafo que ha conseguido volver a ganarse la vida con su cámara gracias a Instagram. Y eso es lo que hace de él un caso casi único en España.

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© Oliver Vegas

Le convencemos para posar en uno de los mercados del barrio de Gràcia, en Barcelona. “Como suba una de estas fotos mis followers se me echan encima”, bromea. Parece una tontería, pero es un asunto muy serio porque fueron sus espectaculares cifras las que en su momento le empezaron a abrir puertas. Desde enero de este mismo año se dedica en exclusiva a la fotografía.

¿Cuál es el truco? Todo el mundo le pregunta lo mismo –nos cuenta- pero promete que si lo hay, él lo desconoce más allá de lo que digan los gurús del asunto. Eso no quita que convertir Instagram en parte de tu trabajo implique una serie de rutinas y horas, más allá –claro- de tener buenas fotos para enseñar al mundo.

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© Oliver Vegas

Una foto al día, siete días a la semana. Una o dos, rara vez tres. Eso sumado a revisar comentarios, correos y gestionar la cuenta implica una dedicación de unas dos horas solo para tener al día Instagram. Respecto a las horas de publicación, sí sigue ciertas normas: mejor muy temprano para pillar a quienes al otro lado del Atlántico todavía no se han ido a dormir o ya a partir de media tarde.

Oliver Vegas abrió su cuenta hace cuatro años, cuando Instagram estaba lejos de ser el fenómeno de masas que es a día de hoy ni el pelotazo económico que supuso para sus creadores la venta a Facebook.

Reconoce la suerte de poder recuperar su trabajo de fotógrafo gracias al impulso que le ha dado esta red, pero recuerda que no hay que perder de vista que esto es un trabajo, con sus cosas buenas pero también con mucha dedicación detrás, horas de viaje, madrugones y demás. “Haces de creativo, fotógrafo, retocador y editor, y eso no siempre se paga.”

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© Oliver Vegas

No es el que más seguidores tiene, pero su ratio de likes –engagement, que dicen los expertos- sí es de los más altos del país. Y está claro que eso les gusta a las marcas. Las peticiones para colaborar a cambio de regalos o viajes son innumerables, nos explica sin dar nombres. Pero para dedicarse profesionalmente a esto –matiza- no puedes entrar en ese juego y hay que acostumbrar a las firmas a pagar por un servicio que les estás dando.

Y poco a poco parece que se consigue. Hasta ahora el presupuesto más alto con el que ha trabajado para una campaña es de unos 6.000 euros, con los que él gestiona gastos, viajes y lo que haga falta para conseguir las fotos que se le piden. Cuando hablamos con él está preparando el próximo trabajo para una firma de coches.

A veces el acuerdo es publicar en su timeline unas fotos con un hashtag determinado de la campaña en cuestión. Otras veces las compañías prefieren publicar las fotos en su propia cuenta. Y a veces, a través de Instagram, surgen otras oportunidades. Por ejemplo, desde hace un tiempo Vegas es uno de los fotógrafos que colabora con Nike y que ha cubierto alguno de los maratones más importantes del mundo para ellos.

Pero más allá del cheque que cada compañía esté dispuesta a firmar, “es importante –continúa- que respeten tu estilo y huir de esas cosas tan burdas de colar sin más un producto en una foto”. No funciona, y a los que están al otro lado de la pantalla no les hace mucha gracia, explica.

Mientras charlamos nos enseña algunas de sus mejores fotos en la pantalla de su iPhone 6. Pero no hace todas las fotos con el móvil. “Ni mucho menos. Siempre llevo una cámara encima”, apunta. Estamos –no lo olvidemos- ante un fotógrafo, no un instagramer.

Pero aunque no todo es tan bonito como cabría imaginar al revisar sus imágenes y los lugares que ha visitado, reconoce que evidentemente tiene sus privilegios. No hablamos de hoteles caros o billetes a ciudades lejanas –eso es solo cuestión de dinero-, sino por ejemplo de poder fotografiar la torre Eiffel de noche con sus luces sin tener problemas con los derechos de autor porque estaba trabajando para la empresa que montó la iluminación del monumento. O colocarse ante la línea de salida de un maratón para conseguir fotos únicas a cambio de ser un poco pisoteado y recibir alguna palabra poco amable de los impacientes corredores.

Revisamos nuestra cuenta. El número de seguidores sigue inmóvil. El de Oliver Vegas ya habrá sumado otras tantas decenas que esperan su próxima foto. Reinventarse –eso de lo que tantos hablan y llena tantas horas de cursos, charlas y másteres- era esto. Y por lo visto no tiene ningún secreto más allá de estar, trabajar y saber ver la oportunidad.

Contenido publicado originalmente en Quesabesde

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