Mi primer contacto con la fotografía de danza lo tuve cuando estaba estudiando fotografía en el Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya. Me especialicé en fotografía documental y fotografía de espectáculos, y en el momento de hacer el proyecto final de grado decidí hacer un seguimiento de un año a una compañía de danza contemporánea.


Aquel reportaje lo hice con una Nikon F100 en unos 30 carretes de blanco y negro. Ese primer contacto con la danza supuso para mí un entrenamiento muy intenso desde el punto de vista técnico, pero también una experiencia personal muy bonita que marcó mi carrera y mi relación con la fotografía. Más de diez años después, he convertido la fotografía de danza en una parte muy enriquecedora de mi vida profesional, si bien es un mundo muy precario del que raramente se puede vivir.


He tenido diferentes equipos digitales desde entonces, y actualmente trabajo con dos cámaras Nikon D750, un 24-70mm y un 70-200mm. También me dedico profesionalmente a la fotografía documental para entidades culturales y me resulta un equipo muy versátil y cómodo. No he abandonado nunca la fotografía analógica, pero la reservo para desarrollar proyectos personales que puedo trabajar a otro ritmo. En este caso me encanta experimentar con la mezcla de formatos y soportes.


Considero que en la fotografía de danza es importante prever el movimiento. Al fin y al cabo, las imágenes que te llevas a casa son justamente las que no has visto por el visor. Para disparar en el momento clave, sea cual sea el que consideres clave, hay que conocer mínimamente la pieza que se está fotografiando o bien dejarse llevar por el ritmo propio de la pieza y disparar de una forma más instintiva y emocional.



Cuando fotografío un espectáculo, me fijo mucho en los pequeños gestos de las manos, la tensión de los cuerpos y las miradas. Son momentos en los que hay una especie de contención que a veces tiene mucha más carga expresiva que un gran salto o un movimiento espectacular muy técnico.


También me gusta trabajar las composiciones un poco extrañas, tratar la sombra como un elemento escenográfico más y jugar con los cuerpos que entran en plano y enmarcan el foco de atención. Me interesa mucho la relación que se establece entre cuerpo y espacio, e intento trasladar esto a la composición fotográfica.



Lo más bonito para mí de la fotografía de danza es poder trabajar con artistas de otros ámbitos. Me apasiona la mezcla de lenguajes y trabajar desde otras miradas. La relación entre dos disciplinas aparentemente tan alejadas como la fotografía y la danza me ha llevado a experimentar con conceptos como el cuerpo estático y la imagen dinámica, dando lugar a un proyecto llamado El que fan els cossos que sigue en curso y que se presentó en el Centre d’Arts Santa Mònica el año pasado, dentro del festival de fotografía Art Photo BCN.
Podéis ver más sobre mi trabajo en mi página web y en mi perfil de Instagram.
