Babel es mucho más que edificios vacíos, fríos. Es el imperio de la incomunicación. Paradójicamente, en esta época en la que contamos con el mayor desarrollo tecnológico de la historia para comunicarnos, es precisamente cuando más aislados nos encontramos.
Babel es el territorio de la desinformación y el desconcierto por sobreabundancia y por la suma de intereses espurios, por la creación de falsas noticias y, especialmente, por la ausencia de pensamiento crítico. La radiografía de una sociedad vacía de humanidad.
Un universo de intereses donde las personas dejamos de serlo para convertirnos en datos manejados por el todopoderoso algoritmo. Torres y edificios de la tecnología, la ciencia, la religión, la política. Monumentos de la cultura, las finanzas, o a mayor gloria de la administración pública y los medios de comunicación. Colmenas vacías desde donde se alimenta nuestra soledad, donde se aplana el pensamiento.
Babel nos relaciona con pasajes bíblicos donde el dios de la tecnología, de la política, de las religiones, de la cultura y de la economía confundió al hombre que un día soñó con ser dios…
Babel habla de la confusión del hombre actual, de nuestra desorientación y de la indefensión ante nosotros mismos, porque no hay soledad más grande que echarse de menos a uno mismo.

«La idea de esta serie surge en París, en Octubre de 2019, durante la celebración de la 117 edición del Salon d’ Automne en el que participaba. Y surge en un momento en el que desde mi trabajo en una agencia de publicidad, me daba cuenta que solo escribía escribiendo textos y creaba campañas para que las entendiera el algoritmo de Google o de Facebook, pero no las personas.

Desde ahí surge una reflexión sobre el mundo en el que vivimos, dominado por los algoritmos, las fake news y el postureo. Un mundo donde pese a estar más conectados que nunca nos encontramos cada vez más solos. Nos hemos creído dioses con el desarrollo de la tecnología, de la economía, las finanzas, el arte, la cultura, la religión… y creamos edificios a mayor gloria del ser humano que son grandes estructuras por fuera, pero vacías por dentro. Grandes edificios tecnológicos, museos que son más parques temáticos, universidades donde el conocimiento se aplana y edificios religiosos que más que unirnos nos separan.
Sobre esta base empecé a tomar imágenes de estos edificios que son como cáscaras en los que no hay nada en su interior. La serie se completa con dos imágenes de faros que parecen proyectar una luz más que más que orientarnos, nos desorientan
Para trabajarlas utilicé la técnica fine art en blanco y negro, empezando siempre por sustituir el cielo. Todas las imágenes comparten el mismo cielo del mismo archvo, ya que representa la atmósfera en la que todas las imágenes confluyen. Aunque en cada imagen se ha tratado forma distinta para resaltar el significado que se ha querido dar a cada una de ellas.
Tras separar el cielo he hecho selecciones de las diferentes partes de los edificios, separándolos en capas y trabajando luces y sombras individualmente, con diferentes modos de fusión y capas de ajuste hasta unificar el ambiente que se pretende conseguir en cada una de las fotos. Lo último que se añade es el cielo con desenfoques vectoriales.
Cada imagen, entre capas y canales, ha generado archivos superiores a los dos gigas. Para positivarlas he elegido un papel metálico en tamaño 50 x 70 cm con mucho brillo que le otorga una gran profundidad a las imágenes, al tiempo que acentúa la sensación de soledad por su frialdad.
El equipo utilizado ha sido dos cámaras Nikon, una D800 y una D7100 con ópticas gran angular Nikon DX 18-200 mm f3,5-5,6 y Tamrom 35 mm DI VC USC f1,8.»
Bla,bla,bla,blabel. Otro iluminado que se postula para ser canonizado por denunciar las servidumbres de este mundo cruel y por pregonar la Palabra Revelada gracias al Photosop.
La enésima entrega de photo pastiche y de arenga de telepredicador.
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A mí tampoco me han gustado estas imágenes, creo que otros trabajos de arquitectura en blanco y negro tienen mucha más calidad gráfica y mucho menos discurso.
Es una apuesta clara por la espectacularidad que ofrece el digital en detrimento de la honestidad que alguna vez tuvo el analógico desprovisto de alaracas y de doctrina populista.
Este minimalismo de cielos apocalípticos y frontis clásicos con discursos postmodernos reivindicativos ya estaba demodé a principios del milenio, pero siempre servirá de relleno, a falta de otro material con más enjundia, a un medio siempre menesteroso de contenidos que atrapen al espectador frente a la rentable pantalla de banners publicitarios y contenidos patrocinados.
La imagen al servicio del discurso sentimental e ideológico: la gran servidumbre de la postfotografia.
Si Roland Barthes se levantara de su tumba para escribir la segunda parte de su cámara lúcida, a las categorías de «studium», «punctum», «operator» y «spectator» añadiría otra más para atender a esa necesidad que el fotero postmo tiene de salvar nuestras almas pecaminosas: la de «sermoneator».
Joder, colega, qué angustia la de este apocalipsis que se nos anuncia en alta resolución y papel baritado de 50×60 !!!!
Pues a mi me parece bien. Ni más ni menos que cualquier otro ejercicio digital. Por lo menos teoría si le ha puesto.
Trabajo de patchwork fotográfico muy efectista pero poco verosímil. Cielos tenebrosos y postizos que más que estar al servicio de la expresivad del autor delatan la potestad de la herramienta tecnológica que los hace posible, tecnología que luego se denuncia como satánica en el discursito ad hoc. Construcción forzada y farragosa para vendernos que los edificios majestuosos y en general los espacios públicos generan soledad y vacío existencial entre sus moradores, un sentimiento de vulnerabilidad muy personal difícilmente compatible por el auditorio pues desde Grecia el ágora siempre ha sido un elemento relacional donde los civilizados ejercen la cívitas. El sentimiento de soledad postmoderno se debe a otras causas más profundas que el autor no analiza. En suma, un ejercicio gráfico bastante pretencioso cuya retórica plañidera no añade sino que resta credibilidad al conjunto.
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Sí, ciertamente contradictorio que denuncie que vivimos dominados por el algoritmo pero él sabe sacar buen rendimiento al algoritmo para dar a conocer su obrita.
Ante la evidente falta de capacidad de unos cuantos de opinar sin faltar al autor (a quien nosotros invitamos a nuestra casa porque nos parece interesante su trabajo, recuerden) hemos decidido borrar los comentarios. Disculpas a quienes sí habían aportado puntos de vista interesante sin recurrir al ya habitual y cansino desprecio en los comentarios a lo que no gusta o, posiblemente, no entienden. Saludos
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