Que prensa y tragedia es una combinación peligrosa no es ninguna novedad. Más allá de la noticia, el reportaje y los géneros de opinión, nada como un drama -si hay menor involucrados, puntúa doble- para comprobar una vez más como la frontera entre información y morbo hace ya años que se sobrepasó.

El reciente caso de Julen y su búsqueda ha vuelto a despertar lo peor de ese periodismo escrito y televisado que entre decencia y audiencia no duda demasiado. La culpa es de la audiencia que demanda este tipo de basura, repiten algunos. Como si hubiera manifestaciones a las puertas de Antena 3 pidiendo conexiones en directo cada 10 segundos con Totalán y primeros planos de familiares llorando. Como si no fuera responsabilidad de lo que se supone un servicio público -por muy privada que sea o no la cadena- informar y delimitar los límites de lo que es noticia y es carnaza.

Nada nuevo, en realidad. Antes de que supiéramos qué era eso del clickbait Nieves Herrero ya nos enseñó de qué iba este juego. Ahora incluso parece inocente, pero en su momento abrió el camino.  A los más mayores puede que el caso de Julen les haya traído a la memoria la imagen de Omayra Sánchez, aquella niña colombiana cuya muerte en directo se pudo ver en todas las televisiones del mundo.

Tampoco la prensa escrita ha querido escapar a esta vorágine del morbo minuto a minuto. Queda un metro, quedan 50 centímetros, sigue en directo el rescate, el dolor de los padres… Salvo contadas excepciones esa ha sido la tónica general en las portadas de los periódicos del país.

Problema: ¿cómo ilustramos todo ese torrente de piezas si los periodistas y fotógrafos estaban vetados en la zona del rescate? Los que trabajaban desde la distancia tuvieron que lidiar -protestaba uno de ellos- con punteros láser con los que pretendían impedir que se grabaran imágenes. Como siempre, se apunta al que está trabajando sobre el terreno siguiendo instrucciones, nunca al que está arriba contando audiencia.

Por suerte, para las fotos siempre nos quedará Instagram como supuesta fuente gratuita de imágenes. En la zona cero no había prensa, pero sí políticos con suficientes pocas luces como para hacer fotos y compartirlas en sus redes sociales. Y una vez ahí, buffet libre.

Eso debieron de pensar, por ejemplo, en La Vanguardia que en su portada del pasado viernes daba a 3 columnas una fotografía compartida en Instagram por Alfonso R. Gomez de Celis, Delegado del Gobierno en Andalucia.

Así lo denunciaba el fotoperiodista David Airob en su cuenta de Twitter al ver la firma con la que el diario presentaba esta foto. En realidad no fue el único medio que tiró de este cuestionable recurso.

Una pequeña búsqueda nos lleva a otra sorpresa: la agencia EFE distribuyó esa imagen citando al Delegado del Gobierno y a Instagram como fuente. No está claro si La Vanguardia pasó por el hilo de imágenes de EFE -no aparece en la firma- o decidió servirse por libre para dar la foto.

Tampoco queda claro si el autor de la instantánea era consciente de lo que hacía -saltándose el veto a la prensa para impedir precisamente este tipo de fotos-, si EFE o La Vanguardia pidieron permiso para usarla o si se aplicó la máxima de que un funcionario público en acto de servicio genera contenido de dominio público.

Más allá de las dudas deontológicas sobre el tratamiento del caso, de nuevo parece que los medios no quieren entender -y mira que hay sentencias al respecto– que Instagram no es una fuente ni un recurso del que tirar cuando no hay fotógrafos en la zona. Porque no pueden estar o, como pasa muchas otras veces, porque los has despedido.

4 COMENTARIOS

  1. Cuanta verdad sobre este rescate, aunque la privacidad estuvo al máximo, recuerdo que no había presente ni una gopro en los primeros días. Algo me decía que no había periodismo profesional grabando el dato. Solo presentaban imágenes de otros sucesos que lo único que hacían era alejarte de la realidad, de todos modos mi abuela se creyó todo lo que vio. Saludos

  2. Con todos los respetos, no estoy de acuerdo.
    En casos como éste debería haber un protocolo que garantice el derecho a la información, así como la preservación de las imágenes por una simple cuestión técnica: para poder analizar a posteriori la actuación, repasar fallos y señalar aciertos.
    Todo ello se podría conseguir con un fotógrafo gráfico comisionado, que repartiese esas imágenes -video, audio y foto- entre los medios, sin molestar a los equipos de rescate -sería parte de los equipos de rescate- y sin buscar «exclusivas».
    Informar, sin más. Incluso las imágenes podrían llegar a tener valor judicial.
    Derecho a la información, registro jurídico, salvaguarda de imágenes como memoria técnica… todo eso se habría conseguido con un reportero gráfico comisionado allí mismo.
    ¡Pero claro! A ver quién le dice a AnaRosa que no puede tener su propio equipo para hacer sus conexiones chorras cuando quiera (cámbiese AnaRosa por cualquier otro nombre).
    Como todos los derechos básicos, la información es un derecho que debe ser preservado, y en circunstancias especiales regulado de alguna forma, para beneficio de todos -en primer lugar, para no perjudicar el dispositivo de rescate-.
    Así pues, si allí había políticos sin otra función que hacerse selfies para subirlas a instagram, el problema no es de periódicos que buscan informar y se bajan las fotos de las redes, sino de que el dispositivo no incluía algo básico para la sociedad: la información. Con imágenes.

    • ElBreo, no comparto tu opinión. El derecho a la información termina cuando unos trabajadores están haciendo su trabajo y necesitan privacidad, tanto para ellos como para sus familias. No se puede mezclar churras con merinas, que un político sea rematadamente imbécil no es justificación para que unos periodistas masacren al personal para sacar la más mínima «novedad» de algo tan obvio como que un niño murió en el mismo momento que cayó. Aquí se ha manipulado, aquí se ha intentado vender un rescate con vida de un niño de 2 años cayendo por un hueco de 71 metros.
      Me da vergüenza el periodismo actual, me da vergüenza los espectadores, me da vergüenza los anunciantes, me da vergüenza la administración y así horas podría estar.
      Lo dicho, los últimos días no he visto las noticias, me he negado por dignidad como padre, como espectador, como videógrafo y fotógrafo.

      • Yo también estoy de acuerdo contigo. Esta noticia, como otras parecidas, y más en las que desgraciadamente los protagonistas son niños, son pasto del morbo mas irrespetuoso. La necesidad de ser el primero en dar la última hora de la noticia hace que se oigan verdaderas estupideces, juicios de valor que no vienen a cuento y querer adelantarse a los acontecimientos. Yo por eso a los 5 dias del suceso dejé de ver las noticias y debates referentes al mismo. ¡Ah!, a ese señor que tuvo la poca vergüenza de realizar esa foto, y seguramente otras mas que no han transcendido se le debería relevar de su cargo por la poca empatía y el poco respeto hacia la famiila y los que alli estaban trabajando. He dicho.

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