Suena desde hace años en los ambientes postfotográficos una pregunta entre lo filosófico y lo apocalíptico: ¿hace falta seguir haciendo fotos? Por supuesto, se refieren a las fotos de otros, no a las de ellos. Que esos fotolibros no se rellenan solos.

Se preguntaban en conferencias, charlas y talleres qué falta hace tener a gente por ahí dedicada a eso de documentar la vida si todo el mundo ya lleva una cámara en el bolsillo y hace un par de docenas de fotos al día como mínimo.

O imágenes o como se quieran llamar, no es ese el debate. La foto ha perdido su sentido de permanencia y de documento histórico para ser un mero mensaje de usar y tirar. Algo así, por resumir y entendernos.

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Santi Palacios durante la presentación de Archivo Covid en Barcelona. (Foto gentileza de Fujifilm)

Y el mensaje ha calado. De hecho, el debate es interesante y necesario. Pero justo entonces, llegó la Covid. La primera vez en mucho tiempo en la que toda la profesión del país o incluso del mundo estaba fotografiando el mismo tema.

Así lo recordaba Santi Palacios durante la presentación hace unos días de Archivo Covid en Fotocolentania, Barcelona, de la mano de Fujifilm, uno de los patrocinadores de este proyecto único.

“Cuesta cada vez más rescatar una foto que tenga 24 horas”, apuntaba. De ahí la necesidad de cuidar la memoria fotográfica de aquel 2020, de este año y de lo que venga. La pandemia no ha terminado y este año vuelve a haber convocatoria para que fotógrafos y fotógrafas aporten sus imágenes, recordaba.

Así surgió la idea de este archivo que ahora la Universidad de Alcalá se encargará de conservar y hacer accesible. Comenzó como un mail en el que proponía la idea e invitaba a compañeros a participar. Y, contra todo pronóstico -no es esta una profesión acostumbrada a ir unidos- la inmensa mayoría se apuntaron. A partir de ahí el vértigo y la responsabilidad, explicaba Santi Palacios.

Y tres ejes clave para que todo aquello tuviera sentido: hacía falta tener fotos más allá de Madrid y Barcelona, una mesa de edición y, claro, un archivo para conservar y difundir todo el material. De lo segundo, de coordinar aquella mesa de edición, se ocupó Rafa Badía.

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Rafa Badía, responsable de la mesa de edición de Archivo Covid. (Foto gentileza de Fujifilm)

Miles de fotos pasaron por aquella mesa conformada por diversos editores y que trabajó a base de mucha reunión de Zoom. Y así se fue creando el Archivo Covid donde -señala  Badía- conviven veteranos con algunos que acaban de empezar, hay  documentalismo más puro junto a miradas más evocativas, y en el que hay una notable aportación por parte de las fotógrafas del país.

Fotografías llamada a ser memoria. Cuando hay una tragedia, como en La Palma, y hay pocos minutos para salvar lo que sea de casa, lo primero en lo que piensa mucha gente son sus fotografías, recordaban desde Fujifilm.

Y es que, discursos teóricos al margen, cuando las cosas se ponen serias siguen haciendo falta fotos. Ese viejo documentalismo tan denostado por algunos es el que dentro de unos años quedará cuando en los libros de historia se hable de aquel terrible 2020.

Ojo, que no se trata de desmerecer el necesario y sano debate. Ni la renovación y ampliación de estilos y miradas. A todos nos da cada vez más pereza esa figura del aguerrido fotógrafo -aquí el masculino no es neutro- capaz de convertirse en protagonista de la tragedia que se supone está documentando.

Pero, puestos a buscar responsabilidades y a soltar bofetadas, mejor apuntar alto. «Los medios no publicaron casi nada, muchos trabajos colaterales y muy interesantes no se han visto y solo gracias a Archivo Covid se van a salvar», recordaba la fotógrafa Nuria López.

Su trabajo ‘Mentes confinadas’ sobre salud mental y Covid-19 es un buen ejemplo. Fue rechazado por muchos medios y sólo la Revista 5W se animó a publicarlo.

Es sólo un ejemplo. Los mismos medios que aplauden Archivo Covid y dedican titulares grandilocuentes al asunto o al fotoperiodismo cuando algún premio cae cerca son los que nunca tienen espacio para esos trabajos. O, mejor dicho, presupuesto o ganas de pagarlos. Ni para fotógrafos en plantilla. Ni para editores gráficos.

Así que Archivo Covid es para muchos medios poco más que un tema agradecido y con fotos gratis. Pero, por suerte, es también y sobre todo memoria. De lo publicado y de lo que estaba condenado a no verse o perderse. Y un recordatorio de por qué siguen haciendo falta fotos. Y gente que las haga y pueda vivir de ello, claro.

5 COMENTARIOS

  1. Si tenemos que esperar a que se cierna el apocalipsis para que un sector moribundo pueda reivindicarse y justificar su existencia, mal vamos. Se quiera o no, guste más o menos el oficio de fotógrafo está muerto. La realidad es dura pero es lo que hay. El chiringuito toca a su fin.

  2. La iconosfera esta hipersaturada de todo tipo de imágenes, ya se trate de desastres naturales, pandemias, o fotos de tortillas de patatas deconstruidas. Nada, salvo los poderosos intereses comerciales de las multinacionales del megapixel y el corporativismo de un gremio que ve amenazados sus ya extintos privilegios justifican la existencia de más fotos. Fontcuberta tiene razón, y ahora que se impone la sostenibilidad hay que privilegiar una ecología y un menor consumo de imágenes superfluas y redundantes.

  3. A mi lo que me sigue alucinando es que cuando alguien se acerca a un micrófono se quite la mascarilla, simplemente porque le molesta, sin tener en cuenta a los presentes en el acto. Lo veo en la primera foto de este artículo, un lugar interior donde la distancia no sirve ya que el virus se espande a varios metros y permanece varias horas.
    Lo dicho, yo alucino con esto, y más presentando el Archivo Covid. Manda huevos.

    Un saludo.

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