Aunque se ha insistido mucho en los últimos tiempos en que la frontera que separa el vídeo y la fotografía se ha difuminado hasta casi desaparecer por completo, la realidad es que en muchos aspectos ambas disciplinas aún discurren por senderos prácticamente independientes. Las evidentes y numerosas diferencias que existen entre los objetivos fabricados para realizar instantáneas y los que se utilizan en los rodajes de cine constituyen uno de los ejemplos más paradigmáticos de las singularidades de cada uno de estos medios.
Aprovechando el anuncio por parte de Sigma del lanzamiento de su primera gama de ópticas cinematográficas, en Photolari hemos querido arrojar algo de luz sobre este asunto desgranando las diferencias fundamentales entre una óptica para cine y un objetivo fotográfico.
Necesidades propias del medio
¿Es posible grabar una película con objetivos fotográficos comunes? Por supuesto que sí, y de hecho es muy común en los últimos tiempos, especialmente desde la popularización de las cámaras de fotos con sensor grande y óptica intercambiable. La cuestión no es si un simple objetivo fotográfico es o no es válido hacer para cine, sino más bien qué necesidades exclusivas de un rodaje debe cubrir una óptica cinematográfica para poder ser considera como tal.
Una de las primeras diferencias la encontramos en el apartado del diseño y la construcción. Para enfocar o cambiar de focal, en fotografía solemos someter al objetivo a un desplazamiento de barrilete, creciendo o decreciendo la longitud de la óptica en función del uso. Esto en cine es absolutamente contraproducente, puesto que es habitual el uso de grandes portafiltros y parasoles (o matte-boxes) que se montan en la parte frontal de la óptica.
Así mismo todos los objetivos de cine de una marca en concreto deberían contar con una carcasa estandarizada y el mismo diámetro de filtro, lo que significa también que los anillos de enfoque y zoom estén en la misma posición. De esta manera, durante los numerosos cambios de óptica que se producen en un rodaje no será necesario reconfigurar accesorios tan habituales como el follow focus. Y es que en un rodaje es capital evitar cualquier pérdida de tiempo.
Más precisión
No es que en fotografía no sea necesario, pero lo cierto es que en cine la fiabilidad y la precisión de las ópticas deben ser a prueba de bombas. De ello depende en gran medida el éxito y la fluidez de un rodaje. Los objetivos cinematográficos suelen carecer de motores de zoom, estabilizadores de imagen o simplemente de autoenfoque, puesto que cualquiera de estas prestaciones puede alterar su comportamiento.
De la misma forma, las marcas de foco o de apertura del diafragma en el barril del objetivo deben ser grandes, perfectamente legibles y absolutamente precisas, puesto que un foquistade cine en ocasiones depende únicamente de ellas para realizar su trabajo. Cualquier margen de error en las mediciones puede suponer tener que repetir una toma.
Esto también afecta a las características del anillo de enfoque, que en cine debe ser muy grande para ofrecer mayor precisión en el recorrido, además de tremendamente suave y uniforme. Los fabricantes de ópticas de cine también intentan evitar en la medida de lo posible la llamada respiración del objetivo, que consiste en una ligera variación de la distancia focal a la hora de ajustar el foco.
El anillo debe contar además con superficies dentadas estandarizadas para poder manejarlos con mandos de foco o follow focus, una carencia que en los objetivos para fotografía se intenta suplir con anillos de plástico o bridas con resultados más bien decepcionantes.
Y es que las transiciones entre plano focal son uno de los recursos estéticos y narrativos más socorridos del cine, y es esencial poder realizar ese recorrido con suavidad y precisión de cirujano, sin que se noten saltos o movimientos visibles que puedan afear el plano.
Todo lo que se le exige al anillo del enfoque se aplica también los anillos para el zoom y el diafragma. Este último además debe ser continuo, a diferencia del habitual ajuste por pasos –o por clics- de los objetivos fotográficos. Algunas cámaras de fotos, como las de la saga Sony Cyber-shot DSC–RX10, ofrecen esta opción en un claro guiño a los amantes del vídeo.
Muchos se habrán dado cuenta, por cierto, de que los objetivos de cine se refieren a la luminosidad con el llamado número T, a diferencia del fotográfico F. Y es que el número T no solo se refiere a la apertura del diafragma, sino que también mide de forma precisa la pérdida de intensidad de la luz para cada paso, y este valor es exacto para todas las ópticas de una misma gama. Esto garantiza el mismo comportamiento ante la luz de dos o más objetivos configurados con la misma apertura, lo que facilita muchísimo el trabajo del director de fotografía.
Exactamente por el mismo motivo todas las ópticas de una misma gama buscan garantizar al máximo la paridad en el cromatismo y otros valores de la imagen.
Precio elevado
Teniendo en cuenta lo expuesto hasta ahora no es de extrañar que los objetivos para cine tengan, por regla general, unos precios tan elevados. Y es que las exigencias de calidad, construcción y precisión son en este caso muy elevadas. Y no porque los cineastas sean más sibaritas que los fotógrafos, sino por la propia naturaleza del medio cinematográfico.
En todo caso, lo más habitual con las ópticas de cine es recurrir a un servicio de alquiler. Es también la forma de asegurarnos que estén limpias, calibradas y en perfecto estado de revista.
[…] mismo están disponibles en en cinco monturas diferentes: Canon, Nikon, Sony-E, PL y MFT. Como suele ser habitual en los objetivos para cine, toda la gama cuenta con los anillos de enfoque y diafragma en la misma […]
Desconocía por completo la cantidad de reglajes que tiene un objetivo cinematográfico. Aunque la explicación está muy bien expuesta, parece que su uso debe ser muy complicado. Buen artículo, buen trabajo. Saludos Gerhard