Por Luis Arguelles (La Cámara de Wetzlar). La tengo al lado del teclado. Hace casi treinta años que la Leica Mini está en casa y es para mi una cámara tan asumida e interiorizada como herramienta fotográfica que me cuesta trabajo saber por dónde empezar este artículo.

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Son tantas las experiencias con ella y tantas sorpresas y alegrías que apetece cerrar el artículo en este mismo párrafo y dejar que hablen por si solas las fotografías. La pasión, seguro que lo sabes, es difícil de describir.

Es una cámara compacta y pequeña, de dimensiones tan modestas como 118x65x38,5mm y 160 gramos de peso. Salvo el espesor, es más pequeña que un móvil de los de última hornada, pesa menos y hace muchísimas mejores fotos. De un fotograma bien escaneado de una Leica Mini se puede obtener una ampliación a 50x70cm de calidad de museo “fine-art class”.

Plástico y un Elmar 35mm f3,5

Pequeñita, toda de plástico por fuera, se diría que no lleva huesos, si se nos permite jugar con las palabras de Juan Ramón Jiménez. Plástico por fuera, casi todo plástico por dentro, pero ahí, justo en el eje óptico de la cámara está un maravilloso Leica Elmar 35mm f3,5 de cuatro elementos de puro vidrio alemán en tres grupos que prácticamente no admite comparación con ninguna otra compacta, no solo de la época sino de cualquier otro tiempo.

Se trata de un objetivo, y en nuestra experiencia de bastantes años nos basamos, que no anda lejos de la calidad de imagen del Summicron-M 35mm f2 de cuarta generación (también conocido como “preasférico” o como “el rey del bokeh”).

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Es aún más nítido el Summicron, está claro, pero el pequeño Elmar de la Mini tiene aún más carácter e incluso más sabor a Leica clásica. Lo podemos definir como un objetivo moderno de Leica que conserva ese aura de imagen de los Elmar de los años sesenta y que nos recuerda también al Elmar-M 50mm f2,8 retráctil de finales de los 90 y comienzos del 2000, el cual debería haberse llamado Elmarit. Pero eso es una historia para otro día.

En la tercera página del manual de instrucciones Leica describía la cámara de la siguiente forma: “Es la primera cámara completamente automática del mundo con un objetivo Leica. Gracias a su diseño compacto y a su mínimo peso puede ser llevada a cualquier lugar como una compañera constante. Como cualquier cámara compacta, la Leica Mini es más adecuada para fotografía de negativo color. Fácil y divertida de utilizar, es ideal tanto para tomas instantáneas memorables como para usarse como un block de notas fotográficas de precisión.”

¿Mejor para color?

En este párrafo hay una frase que es clave: “la Leica Mini es más adecuada para fotografía de negativo color”. Aquí Leica no quería comprometerse debido a que la Mini no tiene medición TTL a través del objetivo, sino que tal tarea se encomienda a una célula  fotosensible externa al objetivo situada por encima del mismo.

Tal disposición garantiza exposiciones correctas con película de color, pero sobre el papel podrían existir dudas con película diapositiva, la cual tenía y tiene una latitud de exposición que sino crítica, sí es mucho más exigente que las emulsiones de negativo color.

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Playa de Rodiles, Asturias. Agfa APX100 (Foto: Luis Arguelles)

En la práctica no es para tanto y la mayor parte de los fotogramas de un buen rollo de diapositivas, salvo situaciones de iluminación dificilísima, quedarán perfectamente expuestos.

Eso sí, la Leica Mini no gusta de emulsiones de alta sensibilidad debido a que su máxima velocidad de obturación es de 1/250 de segundo y su diafragma más cerrado es f14 (esto equivale a un valor de exposición EV de 16). A modo de ejemplo, la exposición en un día soleado de playa es de 1/1000 a f11-f16 con una película de 400 ASA, así que a la Leica Mini le faltarían dos pasos de EV para dar abasto ante tanta luz.

Sin embargo las películas de negativo color toleran por lo general el que las de la luz abundantemente. En el caso de utilizar Ilford XP2 esa sobreexposición de dos pasos es encajada perfectamente por su enorme latitud de exposición. Nos atrevemos a decir más: la combinación de una Leica Mini con Ilford XP2 se nos antoja la combinación ideal para fotografía discreta de todo tiempo.

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Luarca, Asturias. Agfa APX100 (Foto: Luis Arguelles)

Y en realidad podemos llevar dicha combinación incluso más allá. La Leica Mini ajusta automáticamente la sensibilidad de la película entre 50 y 1000 ASA, pero si el carrete no tiene la codificación DX, entonces ajusta su exposímetro de forma automática a un valor de 100 ASA. De esta forma solo tendremos que tapar el código DX del rollo XP2, por ejemplo
con cinta aislante, para exponerlo como 100 ASA y tener mayor flexibilidad de uso si así lo deseamos.

Por el otro extremo la Leica Mini tiene un valor mínimo de exposición de f3,5 a 1/5s, lo cual nos da un EV de 6. No parece mucho, pero da para hacer fotografía de calle con nocturnidad y alevosía.

Modo P

Y es ahora cuando es necesario introducir otra de las características de esta cámara compacta: su único modo de exposición es “P”, o modo programa. No podemos ajustar  separadamente ni velocidad ni diafragma.

Es una limitación, sí, pero en la fábrica sabían que tenían una baza de importancia a jugar: la excelente calidad del objetivo a plena apertura. De esta forma, la programación del comportamiento del modo de exposición está realizada de tal forma que la cámara expondrá siempre a f/3,5 siempre y cuando no se llegué más allá de 1/250s, y solo cuando los niveles de luz sean mayores se irá cerrando progresivamente el diafragma.

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Club deportivo en horas bajas. Kodak Tri-X. (Foto: Luis Arguelles)

En otras palabras, la cámara disparará siempre y cuando pueda entre 1/5s y 1/250s a f/3,5 constante. Se trata sin duda de una maximización del empleo del desenfoque y por tanto del efecto bokeh. A ojos de una persona no entendida las fotografías hecha con una Leica Mini se ven “especiales”, con algo que el ojo del neófito no puede explicar, pero que a nosotros nos sabe a Leica en su más pura
esencia.

Si a esto le añadimos que el Elmar tiene un ligero viñeteo a plena apertura obtenemos unas imágenes con un sabor clásico inigualable. Leica proponía una especie de juego donde se decía: “tu preocúpate solamente de disparar. La magia de la imagen ya la ponemos nosotros”.

El fabricante declinó la Mini en varios modelos. No nos interesan en este artículo ni la Mini 3 (con un objetivo de una focal de 32mm que en nuestra opinión no es tan versátil como la del angular clásico y “universal” de 35mm) ni la Mini Zoom, la cual disponía de un objetivo Vario-Elmar 35-70 mm bastante menos luminoso.

Las interesantes son tanto la Mini tal y como la hemos descrito en estas líneas como especialmente la Mini II, la cual es la más deseable puesto que incorpora respecto a la Mini un sutil detalle de gran importancia: incorpora un ajuste de
+2EV mediante el cual podemos sobreexponer a voluntad en dos pasos de
velocidad o diafragma, siendo ideal para tomas en contraluz.

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Arquitectura de los 70. Agfa APX100. (Foto: Luis Arguelles)

Por lo demás ambas cámaras son idénticas, con un pequeño flash que alcanza los ocho metros de distancia si utilizamos película de 400 ASA (la mitad, como es lógico, con película de 100 ASA) y todos los ajustes habituales: reducción de ojos rojos, habilitación de flash de relleno, etc.

Especialmente interesante es el ajuste de anulación del flash. Por defecto la cámara dispara automáticamente el flash si las condiciones de luz son muy bajas, lo cual puede arruinarnos una toma street-photo si no tomamos esta precaución previamente.

El enfoque es automático desde una distancia mínima de 60 centímetros hasta infinito. Dicho enfoque no tiene la rapidez de los sistemas AF de hoy en día. Han pasado ya treinta años y estamos hablando de una cámara compacta, pero es muy exacto y uno se acostumbra enseguida a su ritmo.

Dispone además de un ajuste de enfoque forzado a infinito que es muy util en la toma de paisajes o cuando por ejemplo queremos fotografiar a través de un cristal, ya estemos fotografiando desde la habitación de un hotel, la ventanilla de un avión, etcétera. La Mini es una cámara de inspiración muy viajera.

Tu primera Leica

El precio hoy en día de una Leica Mini o Mini II “pre-owned” como se dice ahora, oscila entre los 250 y 350 Euros en función del modelo, de su estado y de si conserva sus complementos (funda, caja, …)

Existe también una versión muy limitada que merece la pena comentar: En el año 1992 Leica regaló, con motivo de las  Olimpiadas de Barcelona, una Leica Mini a todos los atletas alemanes participantes en los Juegos con la inscripción “Olympia 92” en el cuerpo de la cámara.

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Club deportivo en horas bajas. Kodak Tri-X. (Foto: Luis Arguelles)

Se invitaba también a los deportistas alemanes a un concurso fotográfico con el tema “Olympia 1992” pero ha sido imposible encontrar pista ninguna del resultado de tal concurso. En todo caso, si que nos hemos enterado de que mientras los atletas recibían una Leica Mini, los entrenadores y auxiliares del cuerpo técnico recibían unos prismáticos Leica 8×20 BC.

Se estima un total de entre 500 y 600 unidades fabricadas de la Olympia Mini, la cual, si dispone de toda la documentación, puede sobrepasar la cotización de los mil Euros, aunque también hemos visto unidades por 450 euros, eso si, sin papel alguno.

La Leica Mini no es el secreto mejor guardado de Leica, pero es una cámara capaz de rendir perfectamente esas imágenes de inconfundible sello que tanto nos agradan a un precio imbatible que garantiza a día de hoy que el que no tiene una Leica es porque no quiere.

En La Cámara de Wetzlar publicaremos en cada número una foto tomada con una Leica Mini en la sección fija “El Rincón de la Leica Mini”, no solo para demostrar la alta calidad de imagen que se puede conseguir con esta cámara sino también especialmente para animar a aquellos que nos leen que disparan con otras marcas y que siempre han sentido curiosidad por Leica.

A ellos les garantizamos que no existe mejor estrategia para “mojar los pies”agradablemente en el universo Leica que hacerse con una Mini o una Mini
II.


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