Emilio Morenatti, un fotógrafo que no necesita presentación más allá de decir que es putoamo de la cámara y fuquinmaster de la luz, cuenta con 30.000 seguidores en Twitter y es por derecho propio una de las voces mas autorizadas en lo que a fotoperiodismo patrio se refiere.

Poco amigo de expresarse con palabras en las redes sociales, él prefiere las fotografías. Y no hay que rascar mucho para sentenciar que cada vez que habla, no suele dejar a nadie indiferente.

Indiferente es realidad es un eufemismo para no hablar de «polémica». Porque decir que sus fotos son polémicas sería conceder ciertas connotaciones negativas que no vienen al caso. Y es que, entre las muchas virtudes del fotógrafo zaragozano, lo de ser provocador o buscar la polémica no figura por ningún lado.

Sin embargo, es cierto: sus fotos sí que acumulan polémicas. Tal vez sea porque Morenatti pone a la sociedad frente al espejo, y eso es algo que no estamos dispuestos a consentir.

La última -venga, lo digo- polémica de Emilio Morenatti tuvo lugar hace unos días cubriendo los incidentes en Barcelona durante las protestas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasel.

En concreto nos referimos a esa instantánea en la que aparece un manifestante no particularmente pacifico haciendo cosas de manifestantes no particularmente pacíficos. Pero lo curioso no era él, sino verle rodeado por un buen puñado de fotógrafos y cámaras -más de veinte- retratando el instante como si de un photocall se tratase.

Aunque las quejas han sido variadas -desde que era un posado hasta que el amigo lanzador de botellas era un poco pacifico policía- lo que por aquí nos interesa es la queja generalizada sobre del circo mediático en el que se han convertido las manifestaciones violentas.

Se acusa a los medios de centrar la información en algo relativamente puntual -un escaparate roto o un cóctel molotov volando- en comparación con lo realmente masivo: las protestas por el encarcelamiento del rapero.

Vale, reconozcámoslo: este tipo de sucesos se han convertido en un circo. Donde hace quince años había cinco fotógrafos ahora hay treinta, y de esos treinta veintiocho buscan la foto mas publicable porque si no publican, no cobran.

Ahora, además, con una gran escasez de noticias gráficas, cualquier suceso es objetivo para los fotógrafos freelance que buscan desesperadamente un sustento. Pedir que en una manifestación violenta, sobre todo en sus primeros días, haya poca prensa gráfica es como pedirle al sol que no salga mañana.

Remedio no hay. O al menos no lo conocemos. El 99% de los periodistas gráficos van a buscar la foto que sea informativa y/o impactante, así que no no puede sorprendernos ver las cámaras arremolinarse ante algo que arde cual polillas alrededor de una bombilla.

Quejarse de que todos hacen la misma foto es como quejarse de que todo el mundo te diga cuatro cuando le preguntas cuánto suman dos mas dos. Si una ingente cantidad de fotógrafos está en el mismo punto tal vez, y estoy siendo irónico, sea porque la imagen lo merece.

La solución, ya lo he dicho, es desconocida. Si dejamos de cubrir una escena se nos dirá que silenciamos las protestas. Si vamos es que les damos demasiada importancia.

Yo, como profesional de esto, rara vez -por no decir nunca- he dejado que la presencia de otros fotógrafos me influya en si debo o no tomar una foto. Como dice el cómico Berto Romero en su película ‘Algo muy gordo’ al final «uno hace una mezcla entre lo que quiere, lo que lo que le dejan y lo que le piden».

El principio de incertidumbre de Heisenberg dice, a grandes rasgos, que cuando estudias algo, lo cambias. Es un principio que creo que casa muy bien en fotoperiodismo pues la sola presencia de un fotógrafo condiciona el comportamiento de las personas.

Y seguro que en las manifestaciones nuestra presencia pueda espolear ciertos comportamientos a sabiendas que tendrán repercusión mediática y causarán polémica. Ojalá pudiéramos pasar inadvertidos, pero por desgracia nuestras cámaras son voluminosas y casi todos preferimos ir en grupo por si a algún cafre se le ocurre que somos el objetivo de sus lanzamientos, llámese adoquín o bala de goma.

Así pues, repito una vez más, no sé qué quieren que hagamos todos aquellos que se quejan de que esto es un circo.

Tal vez haya un numero mágico de reporteros considerado perfecto. Que no sean demasiados para que no seamos un photocall, pero que seamos suficientes para dar cobertura a todos los posibles sucesos que ocurran durante las protestas.

Un numero que tenga una proporción correcta entre freelance kamikazes capaces de plantarse delante de una detención para fotografiar el abuso policial y acomodados fotógrafos de staff que den una visión mas global desde la periferia de las cargas.

Un numero perfecto que englobe no solo a medios nacionales, sino también internacionales, independientes, webs, canales de YouTube y tuiteros. Y, por supuesto, un numero que pondere entre medios que cuentan la verdad y medios que cuentan «la verdad». Y así, todos contentos.

15 COMENTARIOS

    • Y eso por los foto-fijas, pero el otro día estaba yo tirando un adoquín revolucionario en la cabeza de un policía cuando se me acerca un cámara y me dice: «Oye, podrías volver a tirarlo con la otra mano? Es por el ráccord».
      No nos dejan ni trabajar tranquilos…

  1. No confundamos manifestarse con vandalismo. Este, muy bien «patrocinado» por aviesos intereses ve el cielo abierto cuando la autoridad mira para otro lado -ministro del Interior- y le cargan toda la responsabilidad a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, como pasa con los Mossos D´escuadra, que se han convertido el «pushing ball» de estos camorristas, sin oficio ni beneficio y mucho menos tolerancia, visto su modo de actuar. Un periodista o fotoperiodista debe buscar la objetividad y plasmar lo que ve, venga de donde venga y denunciar actuaciones que van contra el Estado de Derecho, claro que eso, sólo quizá puedan hacerlo un puñado de periodistas consagrados, el resto se debe a su «línea editorial» o a ser la voz de su amo.

  2. Sabiendo que me pueden caer tortas por semejante opinión impopular, la verdad es que todo esto me parece un lloriqueo corporativista sin sentido o por lo menos increíblemente desconectada de la realidad, con la de cosas tan importantes que se pueden hablar sobre este tema parece que algunos miran su propio ombligo y no son capaces de encajar nada. A mi un tema que me fascinaria tratar seria cuando la mayoría de profesionales van a empezar a ser responsables a la hora de tomar imágenes en situaciones como esta, o mejor dicho cuando van a dejar de facilitar indirectamente a las brigadas de información que identifiquen y arresten a personas gracias a sus fotos. ¿Cuando lo van a tratar de forma seria y dejarán de tirar balones fuera? No soy el primero que lo dice, y sé que otros profesionales lo han tratado ya y tratan de no hacerlo (incluso cuando aún así les puedo reprochar algunas cosas) pero por lo general son una excepción.

    Ni siquiera he dicho que no hagan nada, sino responsabilidad y dejar de mirar al ombligo propio.

    • Seamos un poco serios, el que quiera manifestarse en bcn y delinquir lo mínimo que debe hacer es taparse correctamente la cara .. es que a este paso los haremos víctimas y todo tu..pobres, no pueden hacer lo suyo con tranquilidad.. a, y para los que no lo sepan, ya se ocupan ya los de negro de intimidarnos, agredirnos, robarnos o lo que haga falta.. para que los fotoperiodistas no podamos hacer nuestro trabajo.. o mas simple.. mostrar simplemente lo que sucede..

    • Se puede considerar a la foto como «chivata» desde la Comuna de París. Desde antes, la línea editorial y las ideas fuerza la marca el dueño de la imprenta. Malcolm X ya dijo que hay que estar atento a los media para que no te hagan amar al opresor y odiar al oprimido, entre otras muchas osas de interés. A estas alturas de la civilización de la imagen no se puede echar la culpa al fotoperiodismo, profesional o no, de esa labor de chivateo sobre actos que puedan tener conclusión penal, sea o no o cuanto esto injusto: quien detenta el uso legítimo o aunque solo sea legal de la violencia se preocupa mucho de tener y obtener imaginería enmarronadora por medios propios. Claro que también se va a nutrir de todo lo publicado y o subido al sitio que sea.

  3. Creo que este tipo de imágenes refleja una doble problemática. Por un lado, vemos como la profesión de fotógrafo requiere de regulación, para que tengan una remuneración digna y también para que no se vean forzados a tomar la foto que el jefe del periódico demanda. Por otro lado, creo que hay cierta desinformación ligado a lo anterior. Las manifestaciones no son solo por Pablo Hasel, hay un sin fin de razones detrás, y es un error focalizarlas en una única reivindicación. Dicho esto, y sin entrar a valorar en este foro lo legítimo o no del uso de la violencia, creo que los medios de comunicación contrarios a las protestas son más que felices exigiendo de forma más o menos directa este tipo de imágenes, por lo que un colectivo con escasa protección como el de los foto-periodistas se ven abocado a este tipo de prácticas, que a mi juicio no son muy éticas, pero no vamos a negar que necesitan un sueldo.
    Una problemática muy compleja y con muchas aristas, que se tiende a repetir en cada momento histórico con conflictividad social.

  4. A veces me pregunto si todos los fotoperiodistas que asoman sus carnes al tiro al pichón en las manifas tendrían la misma valentía en la época de los atentados de ETA (años duros) islamistas, Grapo o cualquier guerra exterior con francotiradores en cada edificio.
    Me los imagino yendo a fotografiar con una bolsa de papel para vomitar las tripas (de plástico no oiga que somos ecologistas) mientras intentan levitar para no mancharse las Van’s…
    De risa.

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