En 2018 se convirtió en la tercera fotógrafa española de Magnum. No es que antes Lua Ribeira fuera una desconocida, pero su meteórica carrera -comenzó a estudiar en 2013 y a dedicarse a la fotografía en 2016- dejó poco margen para tener fichada a esta fotógrafa gallega afincada en Reino Unido.

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Una autora que busca siempre los límites. Y molestar. Lo dice ella, no es el clásico recurso para lucimiento del autor de la entrevista.

Sus instantáneas, la verdad, son de esas que no dejan indiferente. Incomodan como una bofetada de las que suena,  hacen preguntas, y, sí, también enfadan a cierto fotoperiodismo clásico para quien Magnum es un mito y esto casi una traición. 

Además de poder escucharla en la reciente edición de Formentera Fotográfica -su ponencia ha sido una de las más aplaudidas y fotógrafas como Sofia Moro no dudaron en buscarle parecidos con Diane Arbus- hemos tenido ocasión de sentarnos a charlar unos minutos con ella.

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Lua Ribeira durante su charla en Formentera Fotográfica

De ideas rápidas y más dada a preguntarse casi todo en voz alta que a soltar verdades lapidarias -qué sano y que raro nos parece, acostumbrados a esa fotografía repleta de egos masculinos- no resulta fácil intentar plasmar por escrito una conversación con muchos frentes y temas abiertos. Pero lo hemos intentado con la mayor literalidad posible. 

”El objetivo de mi trabajo es cuestionar la noción de aceptable determinado por la cultura dominante” leo en tu web. Suena muy rebelde.

Es la intención y la energía que hay detrás del trabajo. Que la experiencia me sirva para desaprender. O para aprender a que cuando te vuelves a preguntar las cosas que te han venido dadas descubres que efectivamente no siempre es como se ha contado y que hay estructuras establecidas.

¿Y qué es lo aceptable?

Depende. Cuando hablo de cultura dominante, hablo de cultura occidental, desde gestos muy sutiles, modales, lo que nos hace gracia, sobre lo que ironizamos, las cosas que compartimos… son normas invisibles. 

Mi motivación cuando estoy trabajando  es empujar esos límites de lo que se determina como aceptable ,y ponerme en posiciones algo forzadas, algo incómodas que moralmente no sabes hasta dónde puedes llegar.

Este discurso alejado de lo que igual se considera clásico en el fotoperiodismo posiblemente explica por qué tu entrada en Magnum descolocó a más de uno

¿De verdad la gente se quedó descolocada? No tenía ni idea. Yo empecé a estudiar en Reino Unido, ni conocía a nadie de aquí ni me conocían a mi.

Nunca he hecho un encargo periodístico, nunca he trabajado para una editorial. Yo estoy en un terreno mucho más experimental. Estudié fotografía cuando el mercado editorial estaba ya de capa caída. Vengo de un interés más artístico que documental. 

¿Te consideras parte de esa ola de nuevo documentalismo?

No. Es complicado poner nombres. Toda la fotografía es documental porque documenta algo. Yo trato temas que muchas veces se han utilizado en la fotografía documental y en el fotoperiodismo. Y los trato de manera muy diferente. Casi boicoteo el propio tema y descubro otras cosas. Y todo lo que categoriza el tema como tema se me escurre de los dedos. 

Y ahí estoy en una experimentación que no tiene tampoco soluciones. Me estoy enfrentando siempre a esa incertidumbre, a eso que no está resuelto. Y no tengo muchas respuestas.

Tengo una cámara y poco más, trabajo de una manera muy sobria. ¿Se supone que la manera más tradicional de documentar es más verdadera o es mejor que la mía? Yo parto de esa tradición, cierto, pero es algo que evoluciona y se transforma.

Ya pasaba con Paul Strand. A veces está ilusión de tradición y modernidad, estás narrativas tan simplista dejan fuera a cosas que han sido muy relevantes para la fotografía. Otra cosa es que la fotografía que usan los medios sí que se ha quedado un poco estancada. 

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Un momento de la entrevista

¿Vivías más tranquila fuera de Magnum? 

El mes pasado te hubiera dicho que no, pero ahora mismo la verdad… En Magnum hay mucha gente que hace tiempo rompió con estás ideas. Martin Parr, Antoine D’Agata, Alessandra Sanguinetti, llevan muchos años haciendo cosas muy distintas. En Magnum hay autores que están muy fuera de ese documentalismo más tradicional, hay muchísimos ejemplos.

Lo de que los tres españoles de Magnum sean en realidad tres fotógrafas seguro que algunos escuece

No te voy a contestar, me la pela que escueza. Yo no sabía que había habido polémica cuando yo entré, pero me da igual. Me interesa para qué estamos aquí y cómo podemos hacerlo mejor y no me voy a quedar enganchada de lastres. Soy más ambiciosa que eso.

Mujer, joven, Magnum… La tormenta perfecta en un sector donde todavía el machismo está muy presente.

¿Vamos a abrir este melón? El porcentaje de fotógrafas es muy bajo. Pero no me gusta esa posición de que lo tenemos más difícil. Sí, lo tenemos más difícil pero creo que estamos en una posición muy interesante también, hay mucho por decir por hacer, que expresar 

Cuando miras atrás ves muchos trabajos de mujeres que en su momento fue bloqueada por la estructura que teníamos. Hay una potencia en la manera de contar que es distinta muchas veces, otras no. Son debates muy complicados. 

¿Y cómo es eso de entrar en Magnum? ¿Te llaman un día y te lo ofrecen?

La verdad es que nunca pensé yo en esto. A una persona que es miembro le llamó la atención el trabajo porque me puse en contacto con ella para una exposición. Tiene una pequeña galería en Londres y es a través de ella que me plantea presentarme. Hay un limbo de tiempo desde que presento mi portfolio -cualquiera puede hacerlo- y me eligen como nominada.

Pasan 2 años, presento otra vez y de ahí paso a ser miembro asociado. Y el año que viene me toca pasar la criba de convertirme en miembro completo, que ya es la última fase. También te pueden echar, a veces pasa, hay gente que ha quedado fuera aunque es más común que no pases la primera criba. Te pueden echar siempre, pero no es lo común. 

¿Y te cambia la vida o al menos te resuelve la parte económica?

No. Te cambia la vida, pero yo he seguido trabajando de forma muy similar. Lo que pasa que tienes a una agencia trabajando para ti, salen más encargos… Estás en Magnum, hay gente en España que te llama, en otros lados también. Pero yo no lo pongo nunca en ningún sitio.

Estás trabajando como parte de una agencia. La agencia sí que te consigue trabajos. Aunque yo intento dejar mucho tiempo para mi trabajo personal, que es lo que me ha traído hasta aquí, lo que quiero hacer, lo que me interesa. Prefiero trabajar con sobriedad y seguir valorando más el tiempo que la parte económica.

Para muchos, Magnum sigue siendo LA agencia

Sí, tiene este rollo legendario. Yo lo veo como un grupo de fotógrafos. Historiadamente los ha habido excepcionales y tiene esa carga, pero creo que esa parte de mito es interesante como referencia y para disfrutar, pero hay que tomarse con una perspectiva un poco sana, 

Viendo tus trabajos, da la sensación de que hay una especie de renuncia expresa a hacer fotos bonitas, que hay cierta reivindicación del feísimo

Es sólo para molestar, para generar preguntas. Hay una parte en mi trabajo muy para molestar. Viene de una rebeldía, de un cuestionarse de no querer aceptar, de volver a preguntarse cosas. Pero no sólo hacia fuera, también a mí misma.

Si te pregunto por el proyecto actual, se puede contar o es algo que va surgiendo sobre la marcha a partir de una idea

Estoy en medio del proyecto y aún no sé muy bien lo que estoy haciendo. Lo estoy definiendo un poco, estoy viajando bastante por España. Es un trabajo en el que me interesa saber que está pasando, trascendiendo de la parte territorial para centrarme en la energía de las generaciones más jóvenes, más metidas en esta dinámica y ritmo actuales.

Se están dando expresiones en diferentes partes del mundo que conectan mucho más allá del territorio del que vienen. A veces a través de la música o de la moda, por ejemplo. Estoy intentando buscar la manera de representar esa energía tan frenética que estamos viviendo, aunque estoy en un punto muy temprano del proyecto.

No me pongo fecha, pero me voy dando cuenta que en 1 o 2 años los proyectos van cambiando y se suelen transformar en otra cosa. Cuando cambia es cuando se termina. Si la experiencia ya te ha cambiad, es que ha terminado y algo nuevo que empieza. En realidad es bastante orgánico.

¿El tema cacharreo cómo lo llevamos? La cámara te da un poco igual o si te interesa esta parte más técnica y de equipo

Es una parte importante, yo tengo muchas limitaciones técnicas, pero las conozco y juego hasta donde llego. Y voy aprendiendo según voy trabajando.

Trabajo con 6×7 con una Mamiya y también con digital, con una Nikon configurada con ese formato. Cuando ves el trabajo no se distingue si es con una o con otra. El soporte depende más del proceso que del tema: si trabajo en digital es un proceso más frenético y si trabajo en película normalmente es porque tengo más tiempo. Eso sí, nunca he salido del 50 milímetros y no creo que salga.

El móvil lo uso, pero todavía no para trabajos, aunque igual en el nuevo proyecto puede entrar algo. Mi Instagram es para ideas, bocetos, es una plataforma para comunicar pero hay mucho trabajo que no cuelgo y no colgaría.  

25 COMENTARIOS

  1. Gallega, más dada a hacer preguntas que frases lapidarias, y una de sus primeras respuestas es depende…

    No puedo evitar reírme.

    Eso sí, interesantísima entrevista. Espero que la tengáis en vídeo y que la subáis. Se me ha hecho demasiado corta esta entrada -lo cual es, o debería ser leído como, un elogio-.

    • La nueva casta sacerdotal que interpreta la realidad con su cámara y pretende que esa interpretación se convierta en canónica viene pertrechada de un inmenso arsenal retórico-ideológico a través del cual esa interpretación se convierte en traducible y consumible para el vulgo. Esa retórica muchas veces es el auténtico soporte del que se sirven unas fotos en su mayoría muy mediocres.

      Alguien se imagina a Diana Arbus teorizando muy sesudamente sobre la cultura occidental, sobre lo que ironizamos, sobre normas invisibles, sobre empujar los límites, sobre la deliberada intención de molestar, etc?

      Ésta es una de las notas definitorias del nuevo documentalismo: el speech. En efecto: vino viejo en odres nuevos.

    • El fotógrafo postmo habla, habla y habla y no para de hablar, habla por los codos, por el contrario sus fotos tartamudean cuando no están directamente aquejadas de afonía severa. En su inmensa mayoría las fotos del nuevo documentalismo no dicen nada. En el documentalismo tradicional las fotos tenían entidad por sí mismas, eran ellas las que hablaban mientras el fotógrafo enmudecía y guardaba respetuoso silencio para no contaminar con su subjetividad connotativa la denotacíon pura de la imagen. La fotografía, postmo, en definitiva se ha convertido en ancilla, en sirviente al servicio del discurso ideológico cuando no directamente político del fotógrafo, una apoyatura ortopédica que ilustra gráficamente su ideario personal.

  2. La fotografía se popularizó y tuvo una edad dorada desde el momento que no hacía falta una gran inversión continuada para poder seguir aprendiendo. Llegado ese punto, pasó como con cualquier materia, hay tantos y tan buenos que se disipa la necesidad de seguir buscando referentes de los que aprender, o mejor dicho, estos referentes se pueden encontrar sin buscar mucho o tirando de ratón en una red social.

    Lo que nos queda es lo de siempre tras cualquier crisis o revolución que pone un sistema patas arriba. Por un lado un mercado hundido donde las viejas siglas viven de rentas y para decirlo claro, de los que todavía creen o necesitan creer que todo sigue igual y por otro, una legión de aprendices que pasaron a maestros que se mueren de inanición ante la enorme desigualdad entre oferta y demanda.

    La fotografía de Lula no es ni buena ni mala, es una más en un entorno que se ha especializado mucho en las dos últimas décadas y nadie debería de sentirse molesto por esto. Al que le gusta la fotografía o consumirla ha tenido la oportunidad en esta generación de poder disfrutarla tanto practicándola como consumiéndola, más que en cualquier otro punto de la historia y lo puede seguir haciéndolo, nunca ha sido tan accesible y tan barato ser productor, como ser consumidor.

    El mercado de la fotografía me recuerda mucho al de la música… el Tsunami tecnológico llegó y arrasó con todo.

    • Dices que el referente se puede encontrar en las redes sociales. Según mi criterio, el referente, para ser considerado como tal, debe estar avalado por la tradición y el tiempo que les hace formar parte del inconsciente colectivo. Cristina García Rodero es un referente; una reciente llegada a la iconosfera como Lua Ribeira no es referente de nada. Las fotos que aquélla hizo 40 años están en la mente de todos; el Instagram de ésta dentro de un lustro no lo recordará nadie.

      • Los tiempos cambian y las conductas también, antes habían referentes comunes para todos, los medios eran escasos y la publicidad y la posibilidad de acceder al trabajo de los demás también. Todo esto ha cambiado, Rodero y otros serán «referentes» por que como digo, la fotografía y el soporte mediático que teníamos era poco y todo como un embudo iba a para al mismo sitio y su historia queda congelada por que son anteriores a la destrucción de esta estructura… pero esto se rompió, ya no hay monopolio de información ni embudo que te lleve a un sitio en concreto, toda esa infraestructura se ha despedazado y la gente tiene un universo muy amplio donde elegir lo que le gusta y de donde aprender, esto, no tiene vuelta atrás en mi opinión.

        Por eso Lula no sera una Rodero, ni ningún otro fotógrafo actual, por eso los los Rolling Stone siempre aparecerán como un icono universal y pocos o ningún grupo actual los será, por que la historia ha cambiado y la forma en la que nos comunicamos, fluye la información o consumimos también y sinceramente… es un gran avance social en muchos aspectos, la tecnología nos ha quitado muchas vendas de los ojos.

        Y no, no creo que la historia sea tan favorable para las viejas glorias, sus fotografías quedarán por que son una impresión histórica de tiempos que no volverán y en aquellos años no habían ni tantas fotos ni tanta gente que supiera hacerlas con más o menos tino por lo dicho en el anterior comentario. Pero quizá su trabajo no sea admirado de la forma que lo ha sido hasta hace poco, tendrá su contexto histórico perfectamente estructurado.

        Las tradiciones se modernizan, algunas desaparecen y otras se transforman en otra cosa.

        • Encendido pero muy discutible elogio por tu parte de la democratización de la cosa esta moribunda que algunos siguen empeñados contra toda evidencia en seguir llamando fotografia. Lejos de pensar que esto que das en llamar nuevos modos de comunicación (Internet) haya supuesto ninguno avance social, por el contrario en lo que a fotografía se refiere ha supuesto su ocaso como disciplina histórica que pretendía tener algún vínculo con lo estético, categoría en la que siempre ha estado vigente la distinción entre lo excelente y lo horrendo. Si pretendidamente la estructura del Ancien Régime era vertical y existía esa jeraquia de distinción entre lo bueno y lo mao, la horizontalidad democrática ha traído el colapso de todo paradigma de la mano de la masificación donde todo vale y donde la repetición de los tópicos millones de veces frecuentados ha arrasado con todo vestigio de originalidad. Ahora nadie hace fotos malas, el dogma de la igualación por abajo impide afirmar lo contrario. Ahora nadie hace fotos malas porque la tecnología y la sobresaturacion iconográfica donde todo el mundo «se inspira» en lo que ve en la Red ha convertido a la fotografía en un cadáver andante. Del mismo modo que la digitalización ha acabado con el oficio de fotógrafo (actualmente una foto no vale nada), el «nuevo modo de comunicación» ha devenido en la mediocridad universal de esta disciplina por la que aquí entonamos sus honras fúnebres. Solo hay que echar un vistazo a IG.

          • Parece que hay pocos interesados en el modelo anterior, si tan bueno parecía sus cimientos, cuesta entender cómo socialmente se le ha dado la espalda, me da a mi, que la verticalidad se había convertido en otra cosa, de lo que la gente escapó, en cuanto se abrió la puerta.

          • Coincido yo también con nacho, no es casualidad que esta democracia radical que se ha impuesto en fotografía donde toda imagen es soberana y pugna por imponerse sobre las demás, por durar cinco segundos más en la retina del espectador, donde cualquier pelagatos con cámara reclama su derecho a ser reconocido como maestro de la fotografía… no es casualidad que el declinar de una Autoridad que desde arriba imponga orden, concierto y canon coincida con la circulación infinita, con la furia anarquizante de las imágenes que ya no se someten a ningún criterio de distinción entre lo bueno y lo malo, y que coincida en definitiva con la decadencia de la fotografia.

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